5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente: lo que supimos construir… y lo que dejamos pasar

El 5 de junio se conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha clave establecida por las Naciones Unidas en 1972 para promover la conciencia y la acción global en defensa del planeta. Cada año, esta jornada nos invita a reflexionar sobre los desafíos que enfrentamos y a asumir compromisos reales por un futuro más sostenible.

Y cada vez que llega esta fecha no puedo evitar volver a 1996, cuando Marcos Juárez tuvo la oportunidad de marcar una diferencia real.

Ese año se puso en marcha el EcoClub, un espacio conformado por chicos y chicas de la ciudad que apoyaban un plan de reutilización de residuos domiciliarios. Más que un proyecto ambiental, era un movimiento de conciencia. El lema era claro: “Somos el origen de un mundo diferente”. Y durante un tiempo, parecía que lo estábamos logrando.

Hubo una decisión política fuerte para impulsar ese proceso, y lo más importante: la gente lo comprendió. Se sintió parte. No fue solo una política pública, fue una causa común. Llegaron a ser casi 150 pibes que se comprometieron de verdad. Recorrían barrios, hablaban con vecinos, aprendían, enseñaban. No era una moda, era una convicción. Y lo más valioso: todo surgía desde los más jóvenes.

Hoy, 29 años después, la realidad es muy distinta. Lo que pudo haber sido un modelo para otras ciudades quedó en el camino. No fuimos responsables. No cuidamos ese impulso. A la vista están los hechos: bolsas y bolsas de basura siguen llegando cada día al basural. Algunas se reciclan, muchas otras se entierran. Y con ellas enterramos parte de lo que podríamos haber sido.

A las pruebas me remito: por cada cuadra, son apenas dos o tres los vecinos que separan sus residuos para reciclar. Por eso, el porcentaje no crece. No se nota una mejora, no hay tendencia en alza. Lo que había sido un proyecto colectivo hoy es un esfuerzo individual de unos pocos.

No todo está perdido, pero hay que ser honestos: estamos lejos de lo que soñamos. Aquellos años hoy parecen muy lejanos.

Aun así, me resisto a rendirme. Quiero creer que todavía estamos a tiempo. Que algo de aquella semilla que plantaron aquellos chicos sigue viva. Y que si volvemos a escuchar a los jóvenes, como hicimos una vez, tal vez podamos empezar de nuevo.

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